18.12.06

Pirateando con unos mates de Tereré.

Llegado a mi mail alguna vez:

El terere no es una bebida

Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma terere porque tenga sed.(Nota del copypasteador: gran mentira, ya te quiero ver viviendo a 35 grados diarios que no la tomás por sed)
Es más bien una costumbre, como rascarse.
El terere provoca exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa, la primera frase es "hola" y la segunda "¿terere?".
Esto pasa en todos los hogares, ya sean ricos o pobres.
Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros.
Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan.
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara cosas. Colorados y liberales ceban mates sin preguntar.
En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos.
Cuando tenés un hijo, le empezás a dar terere cuando te pide.
Se lo das no tan fresco, con poco hielo, y se sienten grandes.
Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar la bombilla.
Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo natural, frio, helado, mate, con yuyos, con un chorrito de limón...
Cuando conocés a alguien, lo invitás a compartir unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿la yerba?". El otro responde: "como tomes vos".
Los teclados de Paraguay tienen las letras llenas de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas.
Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie. Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez terere, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone el termo con hielo y toma su primer terere sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez terere solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno.
Por adentro hay revoluciones. El sencillo terere es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de aguantar la yerba lavada porque la charla es buena. La charla, no el terere.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.
Es la sinceridad para decir: "¡basta, cambiá la yerba!".
Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua fria. Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está frio, no?".
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir

El texto original fue escrito por un escritor kurepa, Hernán Casciari, pueden encontrarlo aqui http://mujergorda.bitacoras.com/archives/000131.html



Buen intento de adaptación, pero me descepcioné al darme cuenta que era plagiado.